Louis Khan Arquitecto

¿Qué quiere ser el edificio?

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“Hay que hacer la pregunta que interrogue por el sentido del ser. Si es una pregunta fundamental o incluso la pregunta fundamental, tal pregunta ha menester de que se llegue a “ver a través” de ella adecuadamente. De ahí que deba dilucidarse brevemente lo que en general es inherente a una pregunta, para poder hacer visible partiendo de ello que la pregunta que interroga por el ser es una señalada pregunta. Todo preguntar es un buscar. Todo buscar tiene su dirección previa que le viene de lo buscado. Preguntar es buscar, conocer”qué es”y”cómo es”un ente. El buscar este conocer puede volver-se un “investigar” o poner libertad y determinar aquello por lo que se pregunta. ( … ) Lo peculiar de éste reside en que el preguntar”ve a través” de sí desde el primer momento en todas las direcciones de los mencionados caracteres constitutivos de la pregunta misma.”

Martin Heidegger

Todas las preguntas deben formularse al edificio por venir

Esta pregunta que podría parecer un planteamiento metafísico o una premisa de Alvar Aalto para crear una topología funcional que reinventara la naturaleza del edificio, es una pregunta de Louis Kahn. En ella no pregunta por la función del edificio, es decir, no pregunta para qué es este edificio.

La pregunta sería muy diferente si Kahn la hiciera al colectivo de los hombres que deben habitar los espacios creados por los arquitectos. Muy distinta sería si fuera formulada a los propios arquitectos. Lo extraordinario de la pregunta es que va dirigida al edificio, pero no al edificio fisico, sino al edificio por venir. Kahn atribuye al edificio las cualidades divinas que los Homero dotaba al río Escamandro para sumarlo a la batalla. La cólera hecha río refleja de qué modo un río divinizado vive en los hombres. Esta visión clásica percibir cualidades en todo, hasta el punto de divinizar lo tocado y convivir con lo divino.

En las arquitecturas no construidas existe el palacio de congresos de Venecia que Kahn quería construir asumiendo parte de los gastos. ¿Cómo renunciar a una idea construida que se revela como clara y distinta?.

Esta pregunta es el eje motor de todo su método constructivo. Una pregunta que no cesa en su intento de compleción. Los postulados de Kahn  son una persecución tenaz de una idea clara y distinta. Para ello repite sin cesar las fórmulas para asegurarse de que en ellas al final no queda ningún margen de error, porque el fin de la pregunta es señalar todas las direcciones, establecer e incluir en ellas el margen de error. Construir con el error mismo porque de ese modo el error no se nos revela como tal.

Más allá de estos planteamientos teóricos, la virtud de Kahn es dotar a estas ideas de plasticidad, volverlas reales. El arquitecto no puede “colocarle ruedas cuadradas a un cañón” a pesar de que “creo que aparecerá un nuevo amarillo y un precioso azul, y que la revolución impulsará una nueva capacidad de asombro. Sólo del asombro pueden surgir las nuevas instituciones.”

¿A qué llama Louis Kahn instituciones del hombre?

“Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas. Por ello es tan necesario hacer sensibles los conceptos (es decir añadir el concepto en la intuición) como hacer inteligibles las intuiciones (es decir someterlas a conceptos). Ni el entendimiento puede intuir nada ni los sentidos pueden pensar nada. El conocimiento sólo puede surgir de la unión de ambos.” Doctrina trascendental de los elementos de la Crítica a la Razón Pura de Immanuel Kant .

“La misma función que da unidad a las distintas representaciones en un juicio proporciona también a la mera síntesis de diferentes representaciones una intuición una unidad que en términos generales, se llama concepto puro del entendimiento”.

Creo que todo creador racional establece un método que encuentra su punto de partida en una duda metódica, un punto de inflexión cuando se retorna de todo lo aprendido, muchos años ha desandado Kahn desde su época universitaria en Pensilvania. Sus escritos nos proporcionan lo que yo diría el momento crítico que no creo que pueda ser cronológico, más bien sería mítico en el sentido de asunción de todo la complejidad que representa tu propio tiempo, no el pasado, ni el futuro sino el presente como una confluencia de ambas. Kahn en sus conversaciones con los estudiantes pregunta por la luz blanca y su sombra, Aalto hace algo similar cuando pregunta por la mesa blanca, pero mientras a que el finés retornaba a su memoria para darle respuesta Kahn se revuelve en una duda o mejor dicho en una afirmación que niega toda constitución convencional:

“No te preocupes, porque la luz blanca no existe, y tampoco existe la sombra negra”.

Debemos preguntar de nuevo ¿qué quiere ser el edificio? Y ya no dejaremos esta pregunta hasta el final de nuestro recorrido.” El tercer aspecto que se debe aprender es que la arquitectura en realidad no existe. Sólo existe cada obra concreta de arquitectura. Donde existe la arquitectura es en la mente. Un hombre que hace una obra de arquitectura la hace como una ofrenda al espíritu de la arquitectura, un espíritu que no conoce ningún estilo, que no conoce ninguna técnica ni ningún método; que tan sólo espera lo que él mismo presenta. Ahí está la arquitectura, y es la encarnación de lo inconmensurable. ¿Se puede medir el Partenón? No, sería un auténtico crimen. ¿Se puede medir el Panteón, ese maravilloso edificio que da satisfacción a las instituciones del hombre?

“Cuando Adriano pensó en el Panteón, quería un lugar al que cualquiera pudiera ir a orar. ¡Qué maravillosa es esta solución! Se trata de un edificio no direccional; ni siquiera es un cuadrado, que en cierto modo tendría direcciones y puntos marcados por las esquinas. No hay manera de decir que hay un sepulcro aquí o allá. No. La luz que cae desde arriba es tal que no podemos acercarnos. Simplemente no podemos quedarnos debajo; casi nos corra como un cuchillo; y queremos alejarnos de ella.”

Kahn nos insinúa ya algo que no tardará en confirmar, que la arquitectura no existe, que sólo existe en la mente.

“como una ofrenda al espíritu de la arquitectura, un espíritu que no conoce ningún estilo, que no conoce ninguna técnica ni ningún método; y que tan sólo espera lo que él mismo presenta”.

Y Kahn es un paseo por esta búsqueda que se construye a partir de la consulta paciente de los registros creados en las cosas, en las instituciones. Como la busqueda de la Razón pura. “Cada vez entiendo más la búsqueda de Cezanne, su persecución de una forma pura mientras la fruta se perdía. La forma,más allá del paso del tiempo, debía permanecer. Eso es, debía ser contemplados por unos ojos suficientemente certeros como para atreavesar la esencia de la pregunta siempre formulada, ¿qué quieres ser?.

“Se habla de las instituciones del hombre; pero yo no me refiero a instituciones como las clases dirigentes; en realidad, quiero decir que una institución es un deseo innegable de reconocer que el hombre no puede avanzar en una sociedad con otros hombres sin tener determinadas inspiraciones, sin tener un lugar donde ejercitarlas. De hecho, las instituciones de enseñanza derivan del modo en que fuimos creados. Porque la naturaleza, en lo que crea, registra el modo en que se creó.”

Por encima de todo son construcciones. Sus elementos -siempre elementales, pesados, están ensamblados en solemnes masas portantes. Las juntas todo un acontecimiento importante, al igual que las rodillas de un kouros que suponen la aparición de la articulación en una representación humana. Su corporeidad es platónica. Las formas geométricas abstractas del círculo, el cuadrado y el triángulo hechas de materia, literalmente congeladas, forman la trascendencia de su lenguaje, un lenguaje que se desnuda de complejidad adquiriendo formas puras con clara reminiscencia a sus adorados baños de Caracalla. Pero cuando decimos que se va despojando de la complejidad no es para tornarse simple sino para volver con pureza a las formas que se responden a si mismas y dejar de este modo a la estructura ese tejido que también lo es emocional, una labor silenciosa y elocuente, una tarea de tramar interiormente las formas para dotarles de esencia.

Es complejo hablar de lo que un artista, un arquitecto percibe como objeto. El Panteón de Adriano es para Kahn un ejemplo perfecto de arquitectura. El ser, permanecer, devenir son una forma que cumple en todo su programa con la premisa básica de un lenguaje que recorre y contemporaneiza a todos con los que dialoga. No deberíamos hablar de movimientos si nos detenemos por un momento a contemplar el cuerpo, el alma del objeto producido.  No hay más que un ahora permanente a pesar de que todo fluye. Michel de Montaigne escribe:

“Al cabo, ni nuestro ser ni el de los objetos poseen ninguna existencia constante. Nosotros, y nuestro juicio, y todas las cosas mortales, fluimos y rodamos incesantemente. Por lo tanto, nada cierto puede establecerse del uno al otro, siendo así que tanto el que juzga como lo juzgado están en continua mutación y movimiento. No tenemos comunicación alguna con el ser…” “El mundo no es más que un perpetuo vaivén. Todo se mueve sin descanso… No puedo fijar mi objeto… No pinto el ser; pinto el tránsito…Es muy cierto que tal vez me contradigo, pero la verdad como decía Demades, no la contradigo. SI mi alma pudiera asentarse, no haría ensayos, me mantendría firme, está siempre aprendiendo y poniéndose a prueba”.

Michael de Montaigne

Pero tal vez sí tendría sentido citar ese eje transversal que cruza la historia del arte. Ese eje que se detiene en el espacio mítico del Panteón, un lugar donde no sucede nada, que recorre la columna del escriba y le paraliza clavando su mirada en el espacio de la eternidad, que permanece condensado en el mentón de Nefertiti para tocarlo con nuestros ojos, que suaviza y tensa la musculatura abdominal de los guerreros de Riacci o que a través de las líneas fuerzan el éxtasis de los frescos de Cimabue en Asís. Esa rotundidad simple de las esculturas cicládicas que simbolizan las formas originarias, las mismas de las Venus de Wilhendorf o las de los retratos rallados del Níger, del Giotto de la Capilla Peruzzi, del Rothko de sus inicios mitológicos, del de los campos de color donde toda idea de geometría podría ser una perfecta excusa para perdernos las sutil articulación de los espacios, o en la rodilla del kouros que citabamos con anterioridad. Su geometría responde a un lenguaje más profundo.

“Estoy buscando expresiones nuevas para instituciones antiguas”.

No hablamos de forma.

Deberíamos pues pensar en un sentido mucho más estricto en la relación que establece Kahn con la idea de funcionalidad y la de orden, pero de momento sigamos destilando la idea de forma. Pero tal vez no es del todo cierto que estemos hablando de forma, las bases que sienta para la definición de un proyecto ya remiten directamente a un plan específico donde la idea abstracta de espacio para el habitar del hombre ya está presente. La perdurabilidad de la forma está en algo más lejano que una idea fugaz de belleza. Si bien su lenguaje puede proceder de una sintaxis similar, la forma, ese recorrido que hace el espacio hasta ser atrapado y lanzado más allá, también es cierto que el trabajo del arquitecto debe solucionar unos programas que pueden lastrar cualquier pretensión estética en su visión más radical, algo que creo sucede con Tadao Ando.

Kahn es antepone la pregunta y el programa del edificio a la solución estética por eso avanza con pasos de gigante por eso sus edificios son monumentales en su concepto y atemporales en la solución que ofrecen.

Kahn abre su conferencia “Este es el negocio de la arquitectura” hablando de la belleza:

“En cierto sentido, cuando digo que la arquitectura no tiene necesariamente que ser bella, lo que quiero decir es que el planteamiento para la resolución de un problema no empieza con la belleza, con la consideración de lo que pensamos que es bello. La cosa empieza con muchas más cuestiones; y si el resultado es la belleza, bienvenida sea; si el resultado es feo pero lleva dentro los elementos de la arquitectura, aún tiene esperanzas de llegar a ser bello.  Pero no se puede empezar con esa idea de esto es bello luego lo acepto; esto no es belleza y no lo acepto; así que proyectaré todos mis edificios pensando en Mies”.

Este hombre que huye para agarrarse a la verdad debe primero fijarse a algo para percibir la eternidad de su movimiento. Ese es el padre ausente, el padre pródigo que retrata Nathaniel Kahn en el documental “Mi arquitecto, el viaje de un hijo”. Un padre que huye, cuyo cuerpo anónimo fallece en una estación de Pensilvania de Nueva York en un tránsito entre el ser y la eternidad. Su arquitectura es un búsqueda, un asombro que no le permite mantenerse en nada, ni en nadie, pero le obliga a buscar como ser mortal un cobijo. El amor es un acto que hace vulnerable al hombre una debilidad necesaria en el reconocimiento de lo que es perdurable frente a lo que es mortal. Lou fue un héroe antiguo consumido en su misión, consumido en su asombro de ser mortal que mira a los dioses. No puedo mirar de otra manera sus perdurabilidad en la tierra.