Casi al final de libro “la mujer temblorosa” Siri Hustvedt dice:
“Nuestras vidas comienzan como un diálogo sin palabras y sin él no creceremos”.
Releo esta frase varias veces, me resisto a finalizar este libro, lo he sobrevolado continuamente y ahora que estoy al final no quiero que termine.
“Un diálogo sin palabras”, ¿Puede existir un diálogo sin palabras?. Se produce a caso nuestra relación con el entorno en un estricto registro de palabras. Quiero que detengáis este posible instante de intercambio de palabras, es un juego de significantes que deben ser sincronizados por un significado. Lo que decimos siempre va tarde y sin embargo nos comunicamos. No sé si os ha sucedido alguna vez que leéis una frase pero esta está vacía. Es una maravillosa coincidencia, porque al otro lado hay alguien para todo cuanto queremos decir existe alguien para escucharlo. Esa sincronía es un flujo dinámico que se está equilibrando.
Es un viaje, el suyo, el mismo que todos deberíamos hacer. Una arqueología de sí misma y en el fondo de cada uno de nosotros. Porque la construcción de nuestro yo parece imposible sin la intervención de un otro que interactúe con nosotros y es aquí donde empieza ese reconstrucción de esa multitud que nos conforma, nos precede y nos sucede. Y no puedes ser de otro modo que un diálogo sin palabras. Las voces discordantes aparecen de un modo dramático en la enfermedad, pero sucede del mismo modo cuando nos atrevemos a hablar con el mundo. Cuidado sociópatas abstenerse, porque todos ellos con sus maniobras lúdicas han invalidado esas voces.
Atreverse a hablar es una actitud generosa en su desafío. Cita Siri a William James en sus principios de la psicología:
“las personas con estrechez de miras se atrincheran detrás de su yo, se repliegan de un terreno que no pueden asegurar por completo”. “(las personas simpáticas) proceden de forma totalmente opuesta, a través de la expansión y la inclusión. Con frecuencia el perfil de su ser se torna incierto…”
hasta aquí me interesa leer.
Simpatía procede del griego donde Syn (común) + patheia (sufrimiento). La denominación estoica de la palabra simpatheia la define como el sufrimiento común, es la interdependencia y relación de las cosas que tienen un afinidad mutua.
Encuentro razones para creer que nuestro yo es un conjunto de yoes que nos hace sentir vulnerables ante un mundo externo que presenta esos mismos yo o que quiere identificar un mismo yo. Vivimos en una posibilidad de intercambios entre entidades iguales, casi idénticas con una configuración en su conjunto diferente. En el dinamismo es donde encontramos el balance fluyente porque no somos estáticos. Trata de desplazar a alguien que está en movimiento. Y en esta situación fluímos y todo flujo es incierto, ante la cual caben dos cosas aceptarla o protegernos.
En mi curso de creatividad hablo de esa arqueología del yo a través de la percepción para encontrar ese yo formado de capas, ese yo consciente. El autor del libro “flow” Mihaly Csikszentmihalyi dice que si tuviera que describir con una palabra que distingue a las personas creativas sería complejidad.
“Ellos contienen extremos contradictorios- en lugar de ser un individuo es cada uno de ellos una multitud”.
Esa combinación de arquetipos de Jung. Ellos y su simultaneidad en nuestro comportamiento garantizan todo el espectro de nuestro comportamiento, desde el más diáfano al más opaco.
No hay ese yo/otro/interno distinto a ese yo/otro/externo, pero le tememos y el miedo actúa como la mejor de las protecciones blindando todo posibilidad de acuerdo. Cuantas veces la certeza se desvanece cuando atravesamos esa capa espesa de las ideologías y de los prejuicios, desmontado
El hombre no tiene porque defenderse de nada pero es cierto que nos duele la incertidumbre, esos segundos incómodos esos espacios entre las palabras donde nada sucede. “La incertidumbre esté en el corazón de la creatividad.
“Hoy”, reflexiona Prigogine el mundo que percibimos fuera y el que vemos dentro convergen. Esta convergencia de dos mundos es quizás uno de los acontecimientos culturales más importantes de nuestro tiempo“. Somos como un ecosistema de estructura disipativas que podemos derrumbarnos o trascender hacia un estado de nuevo orden. Ese nuevo estado nos aterra porque en él ignoramos si seguiremos siendo el yo dominante.”
Sería maravilloso pensarnos para un mundo que cambia y no saber si en la vida pura seguiremos existiendo. Hay unas palabras maravillosas de San Agustín que leí hace unos 29 años en el trayecto de Rubí a la Universitat de Bellaterra, me lo revela un billete de tren colocado entre unas páginas que han amarilleado. Estas palabras me transforman ahora y las releo con absoluta admiración.
“No se halla descanso donde lo buscáis. Seguid buscando lo que buscáis pero sabed que no está donde lo buscáis. Buscáis la vida feliz en la región de la muerte y no está allí. Porque, ¿Cómo es posible que haga vida feliz donde ni siquiera hay vida?”
San Agustín